DIÓGENES, EL CÍNICO
( c. 412 a.C.-323 a.C.)
"Cuando estoy entre locos me hago el
loco"
Diógenes el Cínico
El
filósofo Diógenes, llamado el Cínico, nació en la ciudad de Sínope alrededor
del año 412 a. de C. Su padre era tesorero de la ciudad, pero fue acusado de
apropiarse de fondos públicos. Fue encarcelado y Diógenes fue desterrado. Se
dice que Diógenes dijo al partir: "Ellos me condenan a irme, yo los
condeno a quedarse." Diógenes el Cínico
Visitó
Esparta, Corinto y llegó a Atenas, donde quiso estudiar con el filósofo
Antístenes. Éste enseñaba a evitar la tentación de los placeres y la inutilidad
de las convenciones sociales. Al principio Antístenes se negó a recibirlo e
incluso lo golpeó con un bastón. Diógenes dijo entonces: "Golpéame,
Antístenes, pero nunca encontrarás un bastón lo suficientemente duro como para
apartarme de tu presencia, mientras pronuncies palabras de valor."
Complacido, Antístenes lo admitió como discípulo.
Antístenes
fue el fundador de la escuela de los Cínicos, y Diógenes se convirtió en su figura
más importante. Los cínicos tomaban como ejemplo de conducta a la naturaleza y
los animales, pues predicaban la autosuficiencia como forma de alcanzar la
felicidad. El nombre de Cínico (en griego kynikós) se deriva de la palabra kynós , que significa
"perro". Conforme a este ideal, Diógenes se vestía con telas toscas y
llevó una vida muy austera. Descansaba en los pórticos de los templos
atenienses, y en una ocasión pidió a un amigo que le consiguiera un lugar para
vivir. Al pasar el tiempo sin recibir respuesta, Diógenes tomó como hogar un
tonel, soportó las inclemencias del tiempo y sólo comía lo que le
proporcionaban manos caritativas.
Los
cínicos tomaron como modelos a la naturaleza y los animales, los adoptaron como
ejemplos de autosuficiencia y basándose en ello propusieron un modelo de
comportamiento ético que consideraban fundamental para alcanzar la felicidad.
Llevó una vida de austeridad y mortificación. Una historia relata que lo único
que poseía Diógenes era un tazón que usaba para beber agua de una fuente, pero
la desechó por se innecesaria el día que vió a un joven bebiendo del cuenco de
la mano.
Los
cínicos también rechazaban las convenciones sociales. Diógenes especialmente
criticaba las diferencias de clase. Se dice que estaba comiento lentejas cuando
fue visto por el filósofo Aristipo, que vivía con comodidad a expensas de la
corte ateniense. Aristipo le dijo a Diógenes: "Si aprendieras a adular al
rey, no tendrías que comer lentejas". Diógenes replicó: "Si
aprendieras a comer lentejas, no tendrías que adular al rey".
Despreciaba
a los letrados de su épóca por recitar los sufrimientos de Odiseo, tal y como
fueron relatados por Homero, pero que no atendían a los sufrimientos de sus
propios conciudadanos. Criticó también a los oradores que predicaban la verdad,
pero no la practicaban. Recorría también las calles de Atenas a plena luz del
día, llevando en su mano una linterna encendida. Al preguntársele la razón de
este acto, contestaba: "Busco un hombre honesto".
Cuando
era ya un hombre de edad avanzada, quiso viajar a Egina, pero fue capturado por
piratas, quienes lo llevaron a Creta para ser vendido como esclavo. Cuando se
le preguntó qué sabía hacer, respondió: "Sé gobernar a los hombres, por lo
tanto véndeme a quien necesite un amo". Esta respuesta fue escuchada
Xeníades, un hombre acaudalado de Corinto. Impresionado, compró a Diógenes, le
devolvió la libertad y le pidió que educara a sus hijos y se encargara de sus
asuntos domésticos. El filósofo demostró tanta sabiduría y fidelidad que
Xeníades no se cansaba de decir que los dioses habían enviado un genio a su
casa.
Fue
durante su residencia en Corinto que ocurrió el célebre encuentro entre el
filósofo y Alejandro Magno de Macedonia. Según relata Plutarco, Alejandro se
encontraba en Corinto recibiendo honores por haber conseguido el liderazgo de
las fuerzas griegas para enfrentarse a los persas. Aunque Alejandro estaba
rodeado de las grandes personalidades de Grecia, se asombró al no encontrar
entre ellas a Diógenes, cuya fama había llegado hasta sus oídos. Deseoso de
conocer a alguien que mostraba tal desdén por la autoridad y el poder,
Alejandro fue en su busca, y lo encontró tomando el sol. Se acercó y le dijo:
"Soy Alejandro de Macedonia; dime en qué te puedo servir". Diógenes
respondió: "Apártate a un lado, pues me tapas el sol". Alejandro se
apartó asombrado y dijo a sus amigos: "Si yo no fuera Alejandro, desearía
ser Diógenes".
Diógenes
falleció en el 323 a. de C. aproximadamente. En su tumba fue erigida una
columna de mármol, coronada por la figura de un perro. No dejó sistemas
filosóficos, pues siguiendo con el ideal cínico se concentró más en el ejemplo
que en la teoría.
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