lunes, 27 de abril de 2015

“EL GAUCHO BAIROLETTO”, EL ROBIN HOOD DE LAS PAMPAS

“EL GAUCHO BAIROLETTO”

EL ROBIN HOOD DE LAS PAMPAS



Juan Bautista Bairoletto, de apelativo “El Gaucho” o “Juancito Bairoletto”, según los papeles, era para las autoridades de entonces un enemigo de la sociedad. Su vida, la vida de un verdadero aventurero, significativamente marcó una época.

Juan Bautista Bairoletto (Cañada de Gómez Santa Fe, Argentina, 11 de noviembre de 1894 – Carmensa, Mendoza, Argentina, 14 de septiembre de 1941), fue un conocido bandido argentino, hijo de inmigrantes italianos.

Hay una legendaria polémica acerca de si el apellido se escribe con “B” o con “V”, aparentemente porque en la inscripción de su nacimiento y documentación personal figuraba de un modo y luego el mítico bandido firmó su apellido con la otra letra..


En su andar por las extensas planicies, saqueaba a los pudientes y buena parte de lo logrado lo repartía entre los pobres puesteros que vivían en las soledades del campo. Este accionar, por el que fue apodado “el Robin Hood de las Pampas”, se difundió rápidamente entre la paisanada, lo que se tradujo en un apoyo popular incondicional. Donde él llegaba, siempre había un plato de comida, yerba, tabaco y buenos caballos.

Sus padres, italianos, se instalaron en la zona rural de la actual provincia de La Pampa, en una zona triguera entre las localidades de Castex y Monte Nuevo. Quien con los años sería “El Gaucho Bairoletto”, nacido el 11 de noviembre de 1894, desde muchacho tuvo problemas con las autoridades; y el jefe de policía de Monte Nuevo se obsesionó tanto con él que cada vez que en el distrito ocurría un delito, mandaba a sus hombres a detenerlo. 

Tenía 19 años, en 1913, cuando en el pueblo fue asesinado el dueño de un almacén rural, y el jefe policial mandó detener a Bairoletto, a quien mandó a la cárcel hasta el año 1921. Al recuperar la libertad, ya de 27 años, y no poder conseguir ningún tipo de trabajo por haber estado en la cárcel, el muchacho se convirtió en un asaltante de caminos que con frecuencia mantenía tiroteos con las fuerzas policiales de la zona. Solía refugiarse en casas de juego y en prostíbulos, lugares donde se lo respetaba ya que se lo consideraba el vengador de todos los sufrimientos de los pobres, a los que siempre ayudaba con plata después de cada golpe. Día a día, pero con una velocidad asombrosa, la figura de justiciero de este “Robin Hood de las pampas", como lo llamó el periodismo de entonces, lo convirtió en vida en un verdadero y arrasador mito popular.

Empezó a tener problemas con el poder al pretender la misma mujer que el gendarme Elías Farache.


La leyenda cuenta que en la pampa argentina, donde trabajaba vendiendo cereales, Bairoletto terminó en la pulpería de un pueblo. Dicen que había allí unas chicas y con alguna intentó un romance, algunos dicen que era una prostituta. El comisario y sus amigos vieron al joven, rubio, medio gringo y no les gustó que el extraño tocara o mirara a las chicas del lugar. Dicen que estos hombres tuvieron una actitud agresiva, de maltrato y hasta intentaron desnudarlo para burlarse. Dicen que Bairoletto en ese momento se fue. Pero este acto quedó grabado en su memoria y le dio mucha bronca. Volvió un tiempo después, los encontró en el mismo lugar, se presentó con un arma y mató al comisario y a algún otro que lo había maltratado.


Como su situación no era la de un simple salteador, sino que lo impulsaba su rebeldía producto de estos hechos, se ganó la confianza y admiración del pueblo, al cual tenía de aliado en sus peones, indígenas, gauchos, criollos, reseros, o sea, todos los marginados de la época, quienes se hacían cómplices dándole guarida al fugitivo e incluso ideas para nuevos asaltos. Era considerado "el Robin Hood de las pampas", ya que repartía su botín entre los necesitados, quienes lo ocultaban, mantenían y guarecían.

Ya a los treinta y pico de años era obsesiva e infructuosamente buscado en tres provincias (La Pampa, Río Negro y Mendoza ) convirtiéndose en mito, debido a que le adjudicaban al mismo tiempo robos y muertes en puntos muy distantes, imposibles de unir a caballo.

Entre sus andanzas, se recuerda la historia del asalto a un establecimiento de campo donde el bandido rural se alzó con más de 7.000 pesos en efectivo y otros valores. Otra anécdota cuenta que en una oportunidad el general Agustín Justo recibió denuncias anónimas, alertándolo de que Bairoletto iba a asaltar el Banco de la Nación. En realidad se llevó sólo cinco gallinas y tres jamones, pero la policía y el Ejército anduvieron setenta leguas detrás de él y terminó encarcelada la persona que lo había denunciado. Las fuerzas policiales de La Pampa, San Luis y Mendoza anduvieron tras Bairoletto y sus hombres, con un despliegue de tropas nunca visto en la región de Cuyo, y que hasta un avión fue solicitado por un comisario para perseguir a los fugitivos. Por aquella época, varios fueron los tiroteos entre bandidos y autoridades que algunos lugareños de General Alvear aún recuerdan, como aquel en que los hombres de Bairoletto cortaron riendas, voltearon un caballo y “taparon” de tierra a balazos a un comisario, para luego darse a la fuga antes de que éste lograra sacudirse el polvo. Bairoletto, montado en su bayo, saltaba las alambradas de siete hilos cuando la policía debía cortarlas para poder continuar sus rastros. De las numerosas acciones, anécdotas y mitos difundidos por el Sur mendocino, sólo un puñado de ellos han sido rescatados. El resto quedó en los recuerdos de aquellos que lo vieron o en los que recibieron de sus mayores el legado de transmitir el mensaje, para mantener viva la tradición que hoy el turismo revive en un viaje hacia aquel pasado.

Luego de una breve incursión por el Norte del país, donde en sociedad con Mate Cocido, otro bandido rural que actuaba en los quebrachales chaqueños, realizó algunas fechorías, retornó a General Alvear. Entonces conoció a una joven de la que se enamoró perdidamente. Decidido a cambiar de vida, la fue a buscar con la ayuda de sus amigos y protegieron a la pareja. Un conocido le ofreció un pedazo de tierra en la Colonia San Pedro del Atuel y así fue como se dedicó a ser chacarero. En ese entonces, su nombre era Francisco Bravo, muy cerca del Atuel la tierra le daba sus productos y al hogar llegaron dos hijas.

Telma Ceballos falleció en Mendoza a los 101 años. Había nacido en San Luis, en el sur puntano, cerca de Fortín el Patria. Vivía con su papá, diez hermanos y su mamá de apellido Vílchez. Cuando su padre murió se fue con su mamá a vivir al sur mendocino. Allí, su madre formó pareja con Gerónimo Altamirano.


Ya cuarentón quiere sentar cabeza de tanta aventura y forma una familia con su mujer Telma, con la que tiene dos hijas y trata de alejarse radicándose en una chacra en General Alvear, Mendoza. Arregla un encuentro con un ex comisario, muy desconfiadamente, para inquirirle como hacer para arreglar sus cuentas y "dejar de rodar" pero la respuesta de este (de ver un abogado en San Rafael y entregarse) no lo convencen, porque sabe que si lo capturan lo van a "pasear" (seguramente como ejemplo) y terminaría muriendo en la cárcel (seguramente asesinado).

Un traidor, viejo compañero de andanzas, negoció su libertad delatando su paradero.y una partida policial lo rodea y remata tan trágicamente como empezó, suicidándose. Pero su muerte no hizo más que terminar de encender el mito.

Después del suceso una vecina hizo una capilla en ese lugar y fue venerado como si fuera un santo atribuyéndosele milagros. Su figura se mantuvo vigente hasta nuestros días, creándose la Comisión Juan Bautista Bairoletto y reconstruyéndose su rancho.


La gente lo ayudaba en sus huidas y le daba refugio cuando la policía estaba demasiado cerca. Cada vez que a Bairoletto se le daba refugio, tanto en un pequeño poblado como en un rancherío, era imposible que la autoridad diera con él. Se armaban verdaderas cadenas humanas para protegerlo: le hacían llegar mensajes, alimentos, ropas y todo tipo de cuidados. “El Gaucho Bairoletto”, o “Juancito” a secas, seguía robándole a los ricos y repartiendo lo obtenido entre gente necesitada.

En la década del 30, a Juan Bautista Bairoletto, “vago y mal entretenido”, se lo hacía responsable de todo asalto o muerte ocurridos en cualquier lugar del país. Era, verdaderamente, un fantasma justiciero.

Al comenzar los años 40 se organizó una poderosa partida policial con el objetivo de terminar con sus días. Lo sorprendieron, lo rodearon y lo mataron, en un prostíbulo de General Alvear, Mendoza, en la madrugada del 14 de setiembre de 1941. 

Fue velado en el comité del Partido Demócrata de esa localidad, y su velorio y su entierro fue un episodio de una magnitud nunca superada. El mausoleo donde descansan sus restos es visitado a diario por hombres y mujeres de todo el país, quienes le ofrendan flores y distintos objetos, pidiéndole que proteja a sus familias, trabajo, salud y hasta amor. “El Gaucho Bairoletto”, un gaucho alzado, vago y mal entretenido, desde su muerte hasta hoy, venerado como un santo. 

Bairoletto fue el último “gaucho alzado”, es decir, el último gaucho rebelde al que asfixió una nueva época, más moderna e institucional. Como suele decirse, Bairoletto murió en tiempos en que nacía una nueva Argentina, y en que la industria imponía códigos urbanos, legales, a todo el territorio nacional. Adorado y odiado en partes iguales, cosechó sólidos vínculos con el mundo de la delincuencia, pero también con figuras menores que levantaron las banderas del anarquismo rural. Porque murió violentamente (prefirió suicidarse antes de caer abatido por una redada policial, el 14 de septiembre de 1941), se convirtió inmediatamente en un mártir, cuya fama excedió a la región en la que vivió y murió.

El célebre bandolero rural Juan Bautista Bairoletto es parte del sentir popular, y sus andanzas por el Sur provincial a principios del siglo pasado ya se las consideran un mito, igual que el personaje a quien rinden culto todos los 14 de setiembre, día de su muerte.

Han quedado muchas leyendas, de tradición oral. Dicen que iba a robar parando en la casa de distintos amigos que lo protegían, y sabían lo que hacía. Él les preguntaba: “¿Qué querés que te traiga?”, como si se fuera a un viaje. Y cuando volvía, les traía alpargatas, vino, herramientas, como regalo. Esto lo convirtió en un “Robin Hood de las pampas”.
Mi madre me contó que un primo suyo, viajando a San Juan en los años ‘30, en una zona casi desértica, el auto se descompuso y quedaron ahí, en el medio del sol, sin saber qué hacer.  Hasta que apareció un gaucho, les preguntó qué les había pasado y les recomendó que no intentaran ir con el sol tan fuerte a buscar ayuda, porque tenían que caminar unos 30 kilómetros. El gaucho les recomendó que se quedaran en la sombra hasta que cayera el sol, caminaran un par de horas hasta llegar a un lucerío donde les darían auxilio para el auto. La familia agradeció al gaucho que se volvió, les dejó una cantimplora, pan, queso y se fue. Al partir, le preguntaron el nombre: “Juan Bautista Bairoletto”, les dijo.

Muchas obras se inspiraron Bairoletto, entre ellas, el ensayo compuesto por su nieto, Favio Erreguena. El cine lo honra con una película dirigida por Atilio Polverini y protagonizada por Arturo Bonín, de 1985. Una milonga lleva el nombre de “San Bautista Bairoletto”, cuyos primeros versos dicen: “Amparaba al que debía / al pobre, al necesitao / al que era castigao / y a aquel que nada tenía. / ¡San Bautista Bairoletto, / la pampa te ha de vengar!”. León Gieco lo homenajea en su disco Bandidos rurales, a partir de una investigación del historiador Hugo Chumbita. Cuando Gieco presentó este disco, en 2002, llegó hasta Mendoza y cantó con Telma el tema “Sólo le pido a Dios”.


León Gieco recogió la leyenda en su álbum Bandidos rurales:


Bairoletto cae en Colonia San Pedro de Atuel,
el ultimo balazo se lo pega él
Vicente Gascón, gallego de 62,
con su vida en Pico pagó aquella traición




Entre las muchas historias que se cuentan rescatamos esta:

Bairoletto tenía muchos amigos pobres que pese a su miseria lo auxiliaban. Uno de ellos, seguro de que no le podían fallar varias cosechas seguidas prendó su humilde chacra a un usurero. Pero como la suerte siempre estuvo en contra de los pobres no tuvo con que pagar y desesperado fue conminado por el otro a saldar la deuda, no esperándolo, para quedarse con su casa.

Se enteró el legendario bandido y le dió la plata a su amigo para cumplir, pero con instrucciones. Tenía que pagar, recuperar los pagarés del usurero y luego invitarlo a festejar con una cena.


El avaro, luego de esquilmar al chacarero y cenar opíparamente regresaba felíz de codicia en su sulky pero en el camino se encontró con el rifle de Bairoletto apuntándole para recuperar su breve préstamo.

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