Carta a una compatriota
María Elena Walsh
María Elena Walsh (Ramos
Mejía, Buenos Aires, 1 de
febrero de 1930 – Buenos Aires, 10 de
enero de 2011)3 fue
una poetisa, escritora, música, cantautora, dramaturga y compositora argentina,
que ha sido considerada como «mito viviente, prócer cultural (y) blasón de casi
todas las infancias»
Interesante artículo publicado Revista Extra el día 7 de marzo de 1973, dias antes de las elecciones de ese año.
"QUERRÍA
empezar esta carta llamándote hermana, sea cual fuere tu edad y tu
condición social. En realidad el parentesco es novedoso, un descubrimiento
reciente del Movimiento de Liberación Femenina. Hasta ahora, sólo fueron hermanas
las monjas, y al parecer no por ser hijas del mismo padre sino por ser esposas
del mismo esposo ¿no? Porque hijos de Tata Dios somos todos. En la Gran Familia
Argentina los varones fraternizan, se abrazan ruidosamente, se llaman ¡Hermano!
con tanguero fervor, y en el paroxismo de la pasión fraterna llegan a desnudar
a los futbolistas en plena cancha. Pero las mujeres nunca hemos sido hermanas
sino entes aislados, parias sociales, menores de edad instigadas a
traicionarse.
A
pesar de todo, nos ha hermanado nuestra común condición de sombras, nuestro
condicionamiento como satélites sujetas a implacables reglamentos. En materia
de política venimos compartiendo demasiados sobresaltos y bastantes angustias.
Es verdad que también las pasan nuestros varones, pero también es verdad que
son ellos quienes las fabrican.
Querría
decirte hermana, en fin, porque supongo que estás tan harta como yo de
paternalismos y no es cuestión de que, aprovechando la invitación de la revista
EXTRA a dialogar con vos, me trepe a un púlpito "maternalista" para
endilgarte reprimendas y sugerencias, por no decir amenazas, como las que
recibimos a diario desde todos los frentes.
Querría
compartir con vos algunas incertidumbres, algunas indignaciones y algo que ha
pasado a ser desesperación. O, para decirlo con una frase que muchachos
graciosos podrían atribuirnos: —"Querida ¿qué disfraz nos cosemos para
estos carnavales preelectorales?" Porque las mujeres siempre estamos
obligadas a disfrazarnos de algo para poder sobrevivir,
Si
sos militante de algún partido nada tengo que decirte, sino que te deseo buena
salud y que aprendas karate. Y que trates de no equivocarte, porque el error de
un hombre —aunque sea un error a mano armada— no es más que un simple error
"¡es humano!" Pero el error de una mujer es una afrenta pública y
sirve a la generalización: "las mujeres no están capacitadas...
etc.".
Pero
es posible que no milites ni creas, ya demasiado en plataformas, candidatos ni
alocuciones. Seas quien fueres, estás sosteniendo un sistema que se cae de
podrido, en tu doble calidad de víctima y de cómplice.
Sobre
tus hombros el sistema descansa tranquilo, y por eso te recomienda
tranquilidad, "femineidad", que no te amachones abandonando los
ruleros y usando la cabecita loca para pensar. Porque gracias a tu acrobática
economía sobrevivimos, porque permites a los hombres, con tu mano de obra
gratuita y/o peor remunerada, a soportar una situación que sin tu sacrificio
seria intolerable y los obligaría a combatirla con mayor puntería y celeridad.
Seas
quien fueres, brillas por tu ausencia en este período preelectoral. No estás en
función de candidata, ni de dirigente gremial, ni siquiera como opinante, salvo
rarísimas excepciones. Y lo que es más grave, cuando sos excepción y algún
partido te permite integrarte para algo más que pegar estampillas y hacer café,
tenes miedo —con razón— de representar a tus congéneres y pareces un simple
testaferro de los intereses machistas y jugás a tu propia traición.
Naturalmente,
algunos muchachos nos critican la indiferencia y la abstención, y las
aprovechan para consolidar sus ancestrales argumentos: "La mujer no está
preparado para actuar en política, su Destino es el hogar, etc." Los
mismos muchachos no suelen preguntarse por qué ningún presidiario triunfa en
los Juegos Olímpicos, o por qué el gremio de chapistas no ha dado ningún
escritor de la talla de Mujica Láinez. O, para ejemplificarlo mejor con una
frase atribuida a Bernard Shaw: "Los norteamericanos blancos condenaron a
los negros nada más que a lustrar zapatos; luego se pasaron la vida diciendo
que los negros no servían más que para lustrabotas".
Y
esto me hace meditar en otra frase célebre: "Hay que educar al
soberano". Con la fragilidad mental propia de mi sexo no recuerdo si la
dijo Sarmiento o Tu Sam. (Consulto el Manual de Zonceras de don Jauretche: sí,
fue Sarmiento en uno de sus días nublados). ¿Hay que educar al pueblo o
devolverle la cultura que miserablemente le robaron quienes la usan para
mantenerlo en la oscuridad y la indigencia? ¿Hay que educar, preparar a las
mujeres o dejarlas ser dueñas de sus vidas, restituyéndoles las energías que
les saquean, embruteciéndolas? ¿Deben prepararse o lo han estado siempre sin
que las dejaran ejercer? "¡Las mujeres no están preparadas!"
"¡La intuición, virtud esencialmente femenina!" ¿Y nadie dijo que hay
que capar a los cretinos, para que no se sigan reproduciendo y produciendo
conceptos como éstos?
La
cultura capitalista, su psicología dirigida, sus medios de difusión, sus
revistas femeninas (con las que habría que hacer una pira en Plaza Mayo y
quemarles el traste a sus editores), todo el aire que respiramos está
contaminado de la misma falacia: la Natural incapacidad y subordinación de la
mujer. Y fueron mujeres y niños los primeros seres humanos a los que explotó a
muerte la Era Industrial, arrancándolos por la fuerza del Sacrosanto Hogar. Y
es nuestro mundo Occidental y Cristiano el que no permite a la mujer
trabajadora disfrutar sin angustias de la maternidad, el que apaña burdeles y
dos morales, una para damas y otra para caballeros, el que se escandaliza de
actos terroristas pero hace la vista gorda ante todos los atropellos cometidos
contra el cuerpo de la mujer.
"Las
mujeres no se dan cuenta de cuánto las odian los hombres", dijo una
feminista. Tiene algunas ideas bastante ambiguas, pero se le escapó esta frase
donde llama a las cosas por su nombre. Marginación, postergación, misoginia, no
son sino eufemismos que suavizan una realidad llamada odio. Punto.
CON
una estrategia típica de todo agresor con cola de paja, suelen defenderse por
la acusación: —"¡Pero ustedes las feministas odian a los hombres, les
declaran la guerra a los hombres!" Las feministas no tenemos odio, tenemos
bronca. El odio —con los fierros, sean armas o moneda— es cosa de hombres. Estamos
hartas de odio, aunque venga empaquetado en sublimaciones y piropos. No hemos
declarado la guerra, sino que señalamos que existe y tiene los años de nuestra
civilización. Nos defendimos como pudimos , a veces con malas artes, por lo
tanto es mejor que ahora parezca una guerra abierta, limpia, esta que
declaramos contra todas las formas de la arrogancia machista. La guerrilla de
la artimaña, el repliegue y la comodidad no hace sino reproducir series de
esposas "achanchadas" y madres castradoras.
El
Movimiento de Liberación Femenina es una ideología revolucionaria, no exprimida
de libracos apolillados sino del cotidiano martirio de la mitad de la
humanidad. Nace en las ferias y junto a las bateas, a la vera de las camillas
de ginecólogos carniceros y a contrapelo de los viejitos célibes de! Vaticano
que vienen diagramando la conducta sexual según conviene a los intereses de los
capitales y a las fluctuaciones del mercado bélico.
No
es un entretenimiento destinado a distraer de la liberación de los pueblos,
sino que esa liberación es mentira mientras la determinen exclusivamente los
varones. Así como ya no es posible pensar en términos previos a Marx o Freud
(por no decir a Galileo y a Colón), tampoco es posible seguir pensando sin
erradicar de cuajo los prejuicio sexistas, base y modelo de toda opresión.
CAUSAN
gracia, por no decir otra cosa, las declaraciones apresuradas de algunos de Ios
candidatos: "La mujer, durante nuestro gobierno, gozará de iguales
derechos ... etc.". Esta manera burda de captar los votos de quienes
fueron olvidadas durante la confección de plataformas y de listas, causa una
melancólica ternura otoñal. Promesas... ¡a mamá!
Si
los dirigentes se propusieran solucionar los problemas de la mujer tendrían que
empezar por conocerlos. Y, que yo sepa, las mujeres no hemos sido convocadas
para traerlos a luz, valga la femenina expresión. Y mucho menos las brujas
sospechosas de feministas, que son todas feas y viejas (en cambio nuestros
dirigentes son todos jóvenes y hermosos ... Rucci tiene un no sé qué de Paul
Newman ¿viste?).
Darán
las soluciones que ELLOS consideren oportunas, y siempre que no molesten a la
Curia, las Fuerzas Armadas, las Compañías Petroleras, el Rotary Club, la masa
societaria de Boca Juniors y el Centro de Damas-con-las-cabecitas-reducidas-por-los-Jíbaros.
Eso si, alguna señora será nombrada subsecretaria de la Intendencia de
Saladillo, y con eso quedará demostrado que la Mujer Sabe y Puede y Que La
Dejen.
Así
como ahora nos dejan usar pantalones para compensar la falta de autoridad real,
es posible que nuestros próximos gobernantes nos concedan algunos beneficios. Y
bienvenida sea toda reforma, si remedia urgentes dramas que no pueden esperar.
Pero ya sabemos que la política del Gatopardo no sirve a la larga sino para reforzar
él statu quo: es bueno conceder una que otra mejora accesoria para seguir
escamoteando lo esencial: la definitiva liquidación de las barreras de clase y
de sexo.
EL
Movimiento de Liberación Femenina no se conforma con paliativos, aunque no
tenga más remedio que aprobarlos en primera instancia. Tampoco busca a ciegas
la igualdad con el hombre (¿igualdad en fuerza bruta, en tácticas de opresión,
en fracasos?). Lucha para conquistar una absoluta autodeterminación, para
acabar con el reparto de privilegios, funciones y sanciones según el sexo, para
construir a la larga una nueva civilización, humana y cooperativa.
Las
mujeres, como los negros, los colonizados, la clase trabajadora, a medida que
tomamos conciencia, menos queremos dádivas; queremos lo que nos pertenece
por-derecho y nos arrebatan día a día, es decir, TODO. Las mujeres, que fuimos
custodias de la vida —para que fuera rifada en guerras— queremos más que nunca
defenderla de los fabricantes de muerte. Pero según, cómo y cuándo lo
determinemos nosotras.
UNA
de las más perfectas y sutiles perfidias de nuestra sociedad es el
condicionamiento y la esterilización mental de las mujeres y los niños. Pero
luchar contra ella es la lucha de todas las mujeres. Como cumplo con el pacto
de no aconsejarte, y menos en estos momentos de apresurado proselitismo, no te
pido que te conviertas en improvisada militante. Pero tengo la obligación de
decirte que procures saber de qué se trata, desconfiando de las admirables
cátedras de ignorancia que pueden darte los medios de difusión.
Releo
esta carta escrita al correr de la máquina y supongo que puede resultarte
agresiva. Lo siento. No pude hacerla peor. Por más que aguce el estilo me es
imposible reflejar la agresividad de una villa de emergencia, de un aborto
clandestino, de los precios de la farmacia. Estos ingredientes configuran un
naufragio en el que las mujeres y los chicos entran primeros. Así como en los
éxitos nacionales nos colamos por la retaguardia. Gracias, caballeros.
Creo
que en este juego de los votos, como en tantos otros, las mujeres no somos
nadie. Creo que nuestro partido se jugará, a la larga, en otro frente. Lo que
no significa que no te celebre si vas a votar con fe. Yo también la tengo, pero
en vos."
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